22 mar 2012

Añoro las viejas fallas


Las fallas valencianas son una fiesta asombrosa, tanto por su belleza como por su duración. ¡Diecinueve días de mascletaes y cinco días de fiesta ininterrumpida!

Unos dicen que las fallas son una fiesta religiosa en conmemoración a San José, patrón de los carpinteros. Otros, que es una fiesta pagana que da la bienvenida a la primavera quemando los restos inservibles en hogueras. Sea cual sea su origen, es una tradición con la que disfruto.


Como todo en esta vida las fallas también se actualizan, tanto en la fiesta como en el monumento. Antaño las hogueras eran trastos viejos de los que deshacerse, posteriormente la falla se componía de muñecos que eran sátira de personajes o hechos que habían causado crítica ese año acompañados de rótulos con descripciones burlescas sobre el tema del monumento. Actualmente, las fallas conservan éste sentido pero los artistas falleros (los constructores de los monumentos) se centran más en la estética y tamaño de ésta.

Cuando yo era una pequeña fallereta, los monumentos eran quizá algo más rudos que ahora, pero sin duda era parte de su encanto.

Antiguamente una falla estaba hecha de maderas, papeles, telas, etc, cualquier cosa que prendiese y con ello creaban, dentro de las limitaciones, los monigotes. Cuando yo era pequeña las fallas ya habían dejado de ser así, los monigotes se hacían en moldes de cartón piedra y las estructuras de madera. Ahora sin embargo... ahora lloro.


Desde hace algunos años lloro a causa del poliexpán, este año he llorado además a causa del metal. Ahora dada la cantidad de comisiones falleras y las ambiciones de éstas junto con las ambiciones del artista fallero, los monigotes están hechos de corcho y las estructuras comienzan a hacerlas de hierro, para que sean las más grandes, para que sean las más monumentales y para evidentemente, que sea menos laborioso.


¿Y porqué lloro? Porque estos materiales hacen que la falla sea más estética si, pero lo importante de la falla es quemarla. Y la sensación que me da ver quemar una falla de corcho y metal es de asco y decepción. Pues mientras las fallas de cartón-piedra y madera me permiten disfrutar de las llamas del fuego, del olor característico de la madera quemada, del humo blanco que asciende al cielo y del intríngulis sobre hacia qué lado caerá la parte alta del monumento; el poliexpán y la estructura de metal me ofrecen la necesidad de taparte la nariz y la boca por su mal olor y toxicidad, hacen que me abrume esa enorme nube completamente negra que oculta el cielo y me crea un sentimiento de desilusión al ver que después de los cuatro minutos que tarda quemarse el corcho, cuando no debería haber nada más que cenizas, quede ahí además un amasijo de hierros.



Después de quemarse una falla ahora queda algo, y lo que queda es una estaca de metal clavada en el centro de mis mejores recuerdos.


2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me gustaría leer
uno de los poemas
que me arrastraron a la poesía.
No recuerdo ni una sola línea,
ni siquiera sé dónde buscar.
Lo mismo
me ha pasado con el dinero,
las mujeres y las charlas a última hora de la tarde.
Dónde están los poemas
que me alejaron
de todo lo que amaba
para llegar a donde estoy
Leonard Cohen, traducción de Antonio Resines

Unknown dijo...

Los poemas quedan siempre en el corazón, no busques las palabras porque sólo encontrarás las sensaciones.

Buen fin de semana :).

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