Eolo

 
Algo ha pasado, la ciudad tiene ahora otra actitud. Antes estaba bien alegre y soleada, calurosa incluso, pero de pronto todo cesó. Las luces seguían encendidas, los coches seguían circulando, las personas también caminaban por la calle, pero todo cesó. El tiempo dejó de ser tiempo, la luz iluminaba pero sin brillo y la brisa, la brisa paró. Pareciera que la Tierra contuvo el aliento y hubo unos minutos en los que todo seguía pero nada pasaba.

Enseguida anocheció, en apenas un pestañeo todo se hizo oscuro y la Tierra volvió a respirar y a devolvernos el tiempo. Volvió la brisa, pero no volvió siendo suave, tornó como aire. Bailaba de un lado a otro, como si algo buscase. Las luces eran borrosas, los coches inmutables, las personas se abrigaban. Observo tras la ventana, empiezo a preocuparme no sé de que pero me noto intranquila.

Más tarde cae la noche, con sus luces borrosas, con menos automóviles circulando y con las personas abrigadas en sus casas, con las pantallas encendidas. El aire ya no es aire, el aire toma fuerza. Los árboles ya no se mecen, ahora se doblegan. El aire ya no busca, el viento corre decidido en una única dirección. Lo escucho furioso y vuelvo a la ventana, a mirarlo. El viento ruge, la Tierra chilla, los árboles quisieran apartarse y a los edificios nada les importa.

Todo oscuro, salvo las borrosas luces de las farolas que esta noche poco iluminan. Apago las luces de mi casa, también yo me quedo a oscuras, escondida del viento. Sé que no viene a por mi, que pasa de largo, pero su furia, su fuerza y su determinación me asustan. Mucho. Me quedo acurrucada mirando por la ventana, sin llamar la atención, no sea que el viento se sienta observado y se enfade todavía más. Respiro muy lento, pendiente de cualquier cambio de rumbo.

¿Qué te han hecho, madre Tierra, para que Eolo abra las puertas de su establo? ¿De qué forma te han herido para que el guardián de los vientos se haya enfurecido así? ¡Probre de aquel a quien pille, sea o no el culpable!